La
Biblia Dios la dio para que la entendiera cualquiera, no sólo los
sabios.
Las profecías y doctrinas de la Biblia son
claras, las puede entender cualquier
persona sin que haya tenido que estudiar
teología,
griego, hebreo,
hermenéutica,
etc., ni graduarse en ningún
seminario. Dios no da sus revelaciones para que sólo unos pocos
eruditos las entiendan. Él
las da para que los pescadores y todos sus hijos puedan tener acceso a la
verdad,
si es que desean saberla.
El Señor Jesús dijo en una ocasión que Dios
había revelado estas cosas a los pequeños y no a los sabios
y eruditos. Por lo tanto, no
hay que ser necesariamente sabio ni erudito para
entenderlo.
En aquel tiempo, respondiendo
Jesús,
dijo: Te
alabo, Padre, Señor
del Cielo y de la Tierra, que
hayas escondido estas cosas de los sabios y de los
entendidos, y las hayas revelado
a los niños. Así,
Padre, pues que así
agradó en tus
ojos.
(Mt 11:25)
En aquella misma hora Jesús se alegró en
espíritu, y
dijo: Yo te alabo
, oh Padre,
Señor del Cielo y de la
Tierra, que escondiste estas cosas
a los sabios y entendidos, y las has revelado a
los pequeños;
así,
Padre, porque así te
agradó.
(Lc 10:21)
"Para
entender claramente una verdad bíblica hace falta un niño,
para complicarla, oscurecerla y torcerla hace falta un
teólogo."
Estemos alerta para mantener honestidad en la discusión de
nuestras creencias Evitemos el dogmatizar. En la mayoría de los
casos los que discuten sobre un tema
cualquiera, se limitan a dogmatizar sobre sus opiniones o
creencias. Es
decir, a afirmarlas para que sean creídas sin que medie una
fraternal discusión sobre el
tema. Es aquello de
cree lo que yo
digo, porque yo sé más
que tú, o porque
yo tengo una inspiración
proveniente de esotéricas
regiones. Esa es una tendencia
común en todos, pero mucho
más frecuente cuando se trata de creencias
religiosas, porque la mayoría
de los creyentes creen haber
recibido, por medio de una
línea
directa desde esotéricas
regiones, la revelación
de lo que ellos piensan ser la
verdad.
No se dan cuenta esos hermanos de que
si, efectivamente, el Espíritu
Santo les hubiera puesto en el corazón o la mente ese pensamiento,
también les hubiera dado boca y sabiduría para poder defender
esa creencia, como nos promete
Nuestro Señor Jesucristo en Lc
21:15.
Porque yo os daré
boca y sabiduría, a la cual no podrán resistir ni contradecir
todos los que se os
opondrán.
(Lc
21:15)
Es decir, que cuando en verdad nuestras creencias fueron inspiradas por
el Espíritu Santo, recibimos
el don de defender eficientemente y con sólidos argumentos lo que
creemos. No es cuestión
de enfrascarnos en un simple intercambio de pasajes
bíblicos, sino demostrar que los pasajes que alega nuestro amigo están
erróneamente alegados,
mientras que los nuestros son aplicables y hacen
sentido.
Si no podemos defenderlo,
o si rehuimos la discusión fraterna con los hermanos,
es porque en nuestro interior sabemos que la idea que tenemos nos
surgió a nosotros mismos,
y no se trata de ninguna inspiración
celestial, pero queremos hacernos esa dañina
ilusión.
Nunca debemos rehusar discutir nuestra fe y
esperanza, puesto que el Apóstol
Pedro nos exhorta a hacerlo
así.
Sino santificad al Señor Dios en vuestros
corazones, y
estad siempre aparejados para responder con mansedumbre y reverencia
a cada uno que os demande razón de la esperanza que hay en
vosotros.
(I P 3:15)
"La
discusión es como la luz, molesta solamente a los que prefieren las
tinieblas"