LA
RELIGIÓN DE LOS "YOSIENTOS" LOS MACABEOS Y EL
SÁBADO
El ser humano en todo,
y más aún en
religión, gusta de guiarse
por sus sentimientos y no por sus
razonamientos. Esta necia costumbre
tiene dos serios perjuicios.
Él primero es que nadie puede garantizar que lo que
él "siente" es lo correcto; por cuanto muchísimas veces
han fracasado por guiarse por lo que
sienten.
Cualquiera pudiera alegar, (y
con razón), que también
uno se equivoca cuando razona.
Es verdad. Pero cuando uno razona
y se equivoca puede repasar el proceso de razonamiento tenido y los informes
previos en los que se basó,
y hallar dónde cometió el error de razonamiento o de
información. Incluso puede
adquirir experiencia y habilidad,
gracias a esa equivocación,
para no cometer más ese tipo de
error.
Sin embargo, cuando alguien
se guía por lo que
siente
y se equivoca, jamás puede
analizar ni averiguar el por qué
sintió
equivocadamente; tiene que seguir
sintiendo a la
suerte, a ver si acierta.
El que se equivoca cien veces en su
razonamiento, puede aprender muchísimo para no seguir
errando. Él que se equivoca
cien veces cuando
siente
se halla tan desorientado entonces como al
principio: todavía se halla
intelectualmente hablando, en cueros y en el medio de la
plaza.
El segundo gran perjuicio que se le presenta a los que se
guían por lo que "sienten", es que ellos no pueden consultar con otro
hermano sobre el tema, porque un "sentimiento" de esos que la gente alega
tener (respecto a si se debe hacer o dejar de hacer tal
cosa, creer o dejar de creer tal
doctrina) no se le puede definir a
otro claramente. No se le
puede expresar ni hacer
sentir
a otro lo que uno siente.
Sin embargo, el que razona sí puede comunicar a otro cuáles
son sus pensamientos, cuáles son las razones que le asisten para creer
la doctrina que cree, pensar lo que piensa o para sacar la conclusión
que sacó, y en qué informes se basa su razonamiento. De
esa manera, su amigo puede
señalarle si el error está en los informes que
recibió, o en la cadena
de razonamiento. De esa
manera, gracias al amigo (y a veces gracias al
adversario), el humano sincero
que busca la verdad, puede
hallarla; puede rectificar total o parcialmente sus
pensamientos, según que
le hayan demostrado un error total o parcial en su
raciocinio, o en sus
informes; o simplemente una
laguna, o una omisión de
otros factores, datos o razonamientos
que debieron estar presentes.
Nada de esto puede hacérsele a un hombre que nos
diga:
la verdad es que yo
'siento' que debo hacer o creer
tal cosa. Son millones los
que actúan así en este loco
mundo. Por eso yo digo que la
más grande de todos los tiempos es la religión de los
yosientos.
A un hombre que tratando un tema con un
amigo, le diga a
éste:
yo siento que esto debe ser así o
asado, o que yo debo creer esto
o lo otro, no hay razones
ni palabras para convencerlo de lo
contrario.
A lo único que se podría
aspirar, y yo no sé como hacerlo, es a
sentir
nuestra tesis con más fuerza que la que él
siente
la de él, y enviarle nuestros
efluvios, proyectar hacia él nuestras
influencias,
a ver si le hacemos
cambiar
para que
sienta
otra cosa. Pero yo esa batalla de
vudú, hipnotismo, sugestión, "fuerza espiritual", "influencia
carismática" o como quiera
llamársele, no sé
llevarla a cabo.
Prefiero el arcaico, prosaico y nada
misterioso método de razonar sobre las Escrituras.
Yo no creo que Dios le esté enviando a nadie
efluvios
o
influencias
para que esa persona
sienta
la tesis correcta, en vez de
razonarla.
Eso me parece engreimiento y delirio
de grandeza de los que se creen influidos por esotéricos poderes.
Además, si fuera verdad que fuese Dios el que le envía esos
pensamientos o sentimientos,
también le daría boca y sabiduría para defender sus
creencias, y podría discutir
fraternalmente con sus hermanos,
en vez huir,
para que no lo
confundan. Es que no creen
en la promesa de Jesucristo, porque
en realidad su
sentimiento
no es de lumínico origen.
Porque
yo os daré boca y sabiduría, a la cual
no
podrán resistir ni contradecir todos los que se os
opondrán.
(Lc 21:15)
Pues bien, habiendo terminado
de explicar la religión de los
yosientos,
diré que son muchos los que a través de los siglos la han
practicado. En época anterior a los
Macabeos, los judíos,
o cierta parte de ellos, guardaban
el sábado en una forma tan
estúpida, que dejaban de defenderse cuando el enemigo los atacaba en
sábado. Para ellos era
un pecado defenderse cuando los guerreros enemigos los atacaban en
sábado. Sin
embargo, en el siguiente pasaje vemos que Dios
los mandó no ya a defenderse, sino a atacar durante un
sábado. Es lógico pensar que si estuvieron siete días
en la cuestión del sitio de Jericó y las marchas alrededor
de esa ciudad, uno de esos siete
días tuvo que ser
sábado. Si hubieran leído
la Escritura, no hubieran creído
esos errores.
1
Empero Jericó estaba
cerrada, bien
cerrada, a causa de los hijos
de Israel; nadie entraba ni
salía.
2 Mas Jehová dijo
a Josué:
Mira, yo he entregado en tu mano
a Jericó y a su rey, con
sus varones de guerra.
3 Cercaréis pues la ciudad
todos los hombres de guerra, yendo
alrededor de la ciudad una vez;
y esto haréis seis
días.
4 Y siete sacerdotes llevarán
siete bocinas de cuernos de carneros delante del
arca, y al séptimo día daréis siete vueltas
a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las bocinas.
5 Y cuando tocaren prolongadamente
el cuerno de carnero, así
que oyereis el sonido de la
bocina, todo el pueblo gritará
a gran voz, y el muro de la ciudad
caerá debajo de sí; entonces el pueblo subirá cada un en derecho de
sí.
(Jos
6:1-5)
14
Así dieron otra vuelta a la ciudad el segundo
día, y volviéronse
al real; de esta manera hicieron
por seis días.
15 Y
al séptimo día
levantáronse cuando subía el alba, y dieron vuelta a la ciudad
de la misma manera siete veces; solamente este día dieron vuelta
alrededor de ella siete
veces.
(Jos 6:14-15)
Si los judíos de la época anterior a los Macabeos,
en vez de "sentir" que no debían defenderse en sábado, se hubieran
informado leyendo la Escritura y razonando sobre ella, no hubieran padecido
la consecuencia de sus estúpidas
creencias, o sea, las consecuencias
de sus
sentimientos.
La religión de los
yosientos es muy grande,
pero muy dañina.
Cuando me encuentro algún hermano que practica la religión
de los
yosientos
y él me dice:
Yo
siento que debo hacer
A, o que debo creer
B, inmediatamente le
pregunto:
¿quién puso en ti
ese sentimiento en que basas tu actuación?. Indefectiblemente
contestan:
¡Bueno!,
yo creo que haya sido Dios.
o también Yo tengo
fe en que haya sido Dios.
La próxima pregunta se
cae de la
mata por sí
sola, y es la
siguiente: Siempre que
has sentido en tu
corazón que Dios
puso algo en ti,
¿ha
resultado correcto. A eso
me responden;
Bueno,
no siempre. Entonces
pregunto:
¿Tienes alguna manera
de llegar a comprobar cuando es Dios y cuando
no?. Cuando responden que
no, les
pregunto:
¿Pueden las personas tener sentimientos
propios?
¿Puede Satanás poner
sentimientos en las
personas? A ambas preguntas tienen que contestar que
sí. Por lo
tanto, para finalizar les
digo:
Y si no sabes qué
origen tiene eso que 'sientes'
¿por qué te guías
por esos sentimientos? ¿Por qué
basas tu fe y tu comportamiento en algo cuyo origen
desconoces? No sabes si se origina
en Dios, si se origina en
ti, o si lo origina
Satanás.
¿Por qué no usas el
razonamiento?
Ahora me preguntarán ustedes a
mí:
¿Y cuál es el
resultado que has obtenido de esos consejos que has
dado?.
¡¡Ninguno!!
Yo despilfarro mi tiempo tratando de
ayudarlos, y ellos continúan
aferrados a su error; siguen actuando
por
sentimientos.
¿Por qué?
Porque es más cómodo
"sentir" que informarse, razonar y discutir en pos de la verdad. Porque
a una persona con el
ego
hinchado le duele mucho reconocer que estaba
errado; y si razonara y / o discutiera
el tema, tendría que llegar
a la para él dolorosísima
conclusión de que estaba equivocado. Por eso se
refugia, como un escape para su
hinchado
ego,
en la técnica del
yosientismo en vez de en la técnica de discutir el tema con
los demás hermanos; o
razonar, que es discutir el tema
consigo mismo.
¿Y no son dignos de lástima? Sí... pero no
tanta. Ellos están así porque
quieren. Nadie se puede engañar a sí
mismo. Ellos saben lo que están
haciendo. Se aman a sí
mismos tanto, pero
tantísimo, que prefieren
proteger su ego, su
vanidad, mejor que hallar la verdad de
Dios: por eso no la
encuentran.
Luego, cuando las consecuencias
de sus necedades les alcanzan,
sólo se les ocurre decir
tontamente:
Son pruebas
hermano.