Creyentes
mal y ateos
bien
En
la vida vemos continuamente que como dice Ecc 8: 14, hay personas que hacen
grandes maldades y continúan viviendo, al parecer muy felices; mientras
que hay creyentes que nos lucen piadosos, los cuales padecen y sufren.
Hay dos explicaciones para esto: a) si Dios ejecutara al que
hiciera mal, nadie se atrevería a hacer mal, pero seguiría
con malos sentimientos por dentro; b) tanto los pro-Dios como
los anti-Dios hacen buenas obras y pecados, y ambas cosas hay que retribuirlas.
Expliquemos.
De lo que dice Ecc 8: 14 y de la observación
de la vida diaria podemos percatarnos de que hay personas que a pesar
de ser amadores de Dios, les ocurren cosas que, a nuestro juicio, debían
ocurrirle a los enemigos de Dios, y viceversa. Igual idea se encuentra
en el Salmos 17: 13-14, en 73: 2- 5 y 12-14. Leámoslos.
"Hay vanidad que se hace sobre la tierra: que hay justos
a quienes sucede
como si
hicieran
obras de impíos; y hay
impíos a quienes acaece como si
hicieran obras de
justos.
Digo
que esto
también es
vanidad."
( Ecc 8: 14)
"Levántate, oh Jehová; prevén su encuentro,
póstrale.
Libra mi alma del
malo con tu
espada; de
los hombres con
tu mano, oh Jehová,
de los hombres de mundo, cuya parte
es en esta
vida, y
cuyo vientre hinches de tu tesoro: hartan
sus hijos, y dejan
el resto a sus
chiquitos."
( Sal 17: 13-14 )
"Mas yo, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron
mis pasos. Porque
tuve
envidia de
los insensatos, viendo la
prosperidad de
los
impíos.
Porque no hay ataduras para
su
muerte; antes su fortaleza está entera. No están
ellos en el
trabajo humano;
ni son
azotados con los otros
hombres."
( Sal 73: 2-5 )
"He aquí estos impíos, sin ser turbados del
mundo,
alcanzaron
riquezas.
Verdaderamente
en vano he limpiado
mi corazón,
y lavado mis manos en inocencia; pues he sido
azotado todo el día,
y empezaba mi castigo por las
mañanas."
( Sal 73: 12-14 )
Esto
acontece, a mi parecer, por diferentes razones:
Primero, ni el anti-Dios hace todo lo que es negativo ni el pro-Dios hace
todo lo que es positivo. Los pro-Dios hacen muchas cosas malas.
Igualmente, todo lo que hacen los anti-Dios no es negativo, a veces hacen
algunas cosas buenas.
Dios es justo, no deja de castigar lo mal hecho ni
deja de premiar lo bien hecho, o sea, las buenas obras que van más
allá de la obligación del ser humano. Este premio
y este castigo tiene dos fases: la física y la eterna; o si se
quiere, la terrenal o temporal (de esta vida), y la espiritual o eterna (de
la otra vida). Este concepto es algo que lo dicta la observación y
además lo dice la Biblia.
Cuando el caso de David y su adulterio ( II Sam 12: 13
), vemos que Dios perdonó las consecuencias eternas del pecado
del rey cuando dijo ".....Dios ha remitido tu pecado........", pero le
mantuvo encima las consecuencias terrenales de su acción, anunciadas
en II Sam 12: 10-11 y 14, todo lo cual vemos que aconteció a David
después.
Igual conclusión sacaremos a poco que observemos
la vida a nuestro alrededor. Un hombre asesina a otro, y por
ello, como todos sabemos, se hace acreedor a la condenación eterna;
pero además de ello lo más probable es que sufra las consecuencias
terrenales de su acción: que vaya a la cárcel, se busque el
odio de los familiares y amigos del muerto (que intentarán vengarse
), o se escapa y vive perseguido, etc.. Un ladrón tiene
la consecuencia eterna de su pecado además de la terrenal: despreciado,
perseguido, odiado, en la cárcel, golpeado, chantajeado, etc.. Otro
tanto le sucederá a un adúltero; además del infierno,
le espera el odio del marido y hasta la agresión. Al fornicario
le espera el infierno para castigo eterno, y las enfermedades venéreas
para castigo terrenal, etc.. No es necesario poner más ejemplos
para demostrar que el castigo del pecado tiene dos fases: la espiritual
o eterna, y la física, temporal, o más bien, terrenal.
Y recuerden, Dios es justo: no deja de premiar lo bien hecho ni de castigar
lo mal hecho.
Ahora bien, después de esta vida es que viene
la principal aplicación de esto. Los pro-Dios vivirán
eternamente y no experimentarán más pesares.
¿Dónde, pues, se les puede pagar lo malo que hicieron? Sólo
en esta vida. Dios no permitirá que sus cuentas, sus deudas, pasen
más allá de la muerte. El pago de todo lo malo que
ese cristiano hizo, hace y seguirá haciendo, lo va a recibir
aquí. Por eso le acontecen al pro-Dios cosas como si hicieran
obras de impíos; porque tienen que pagar por lo menos un cierto porcentaje
de lo que hicieron. No creo que siempre se les exija el pago del 100%,
depende de muchos factores. A veces son sólo las consecuencias
naturales de las leyes quebrantadas, lo que sufren.
Lo contrario sucede con los anti-Dios. Todas
sus buenas obras, ( que por cien motivos diferentes algunos las hacen
), les tienen que ser pagadas aquí. Dios no permitirá
que lo bueno que hizo no se le pague antes de su muerte; porque después
de ella nada podrá dársele a él, y eso no sería
justo. Por eso hay impíos a quienes acontece como si hicieran
obras de justos.
Hay impíos que obran en favor de lo que Dios
desea, bien sea por una causa u otra, y Dios les retribuye aquí.
Un ejemplo bíblico de eso está en Ezq 29: 17-20 en que Dios
premia a Nabucodonosor por su tarea destruyendo a Tiro. Otro ejemplo
bíblico es II R 10: 28-31, donde se ve cómo Dios premia a
Jehú a pesar de que claramente expresa el contexto que no era precisamente
un hombre pro-Dios.
"Y aconteció en el año veinte y siete, en el mes primero,
al primero del mes,
que fue a
mí palabra de Jehová,
diciendo: Hijo del
hombre, Nabucodonosor rey de
Babilonia
hizo a su ejército prestar grande servicio contra Tiro.
Toda
cabeza se
encalveció, y
se
peló todo hombro; y ni para él ni
para su ejército
hubo paga de Tiro, por el servicio
que prestó
contra
ella.
Por tanto, así ha dicho el Señor Jehová: He aquí
que yo doy
a
Nabucodonosor, rey de Babilonia, la tierra de
Egipto; y él tomará
su multitud, y
cogerá
sus despojos, y
arrebatará
su presa, y habrá paga para su ejército. Por su
trabajo
con
que sirvió contra ella le he dado la tierra de
Egipto: porque
trabajaron por mí, dice
el
Señor Jehová."
( Ezq 29: 17-20 )
Como
vimos en el pasaje anterior, Nabucodonosor prestó un servicio a Dios
destruyendo a Tiro, pero como no hubo ganancias para él, Dios le otorga
el honor de ser un gran conquistador, venciendo a Egipto y sacando de allí
las ganancias que no obtuvo en Tiro. Algo parecido ocurrió con Jehú.
Veamos.
"Así extinguió Jehú a Baal de Israel.
Con todo eso Jehú
no se apartó
de los
pecados
de Jeroboam hijo de Nabat, que
hizo pecar a Israel;
a saber, de en pos de los
becerros de oro
que estaban en Beth-el
y en Dan. Y Jehová dijo a Jehú: Por
cuanto has
hecho
bien ejecutando lo recto delante de mis
ojos, e hiciste a la casa de Achab
conforme a
todo lo
que
estaba en mi
corazón, tus hijos se sentarán en el trono de
Israel hasta la
cuarta
generación. Mas Jehú no cuidó de
andar en la ley
de Jehová
Dios
de Israel con todo
su
corazón,
ni se apartó
de los pecados de Jeroboam, el que había
hecho
pecar
a
Israel."
( II R 10: 28-31 )
Como
vimos en el pasaje anterior, a pesar de que Jehú no era un seguidor
de Dios, a pesar incluso de que mantenía el culto de los becerros,
Dios le premia su obra de haber acabado totalmente con el culto a Baal y
haber raído la familia y descendencia de Achab. Es decir, que
gracias a cierta obra que Jehú hizo, él recibe el beneficio
de fundar su propia dinastía, para que cuatro generaciones de sus
descendientes fueran reyes sobre Israel. He aquí a Jehú,
un impío a quien acaece como si hiciera obras de justos.
Otra razón para no castigar ni premiar inmediata
y evidentemente, lo que hacen las criaturas, es que si Dios lo hiciera
así, todos nos fingiríamos buenos por conveniencia e instinto
de conservación. El que es malo y lo va a ser eternamente, puede
actuar como pro-Dios por largas temporadas, aunque no eternamente.
Esto añadiría confusión en muchas criaturas, que
verían siendo destruido en el infierno una persona que actuó
bien en la tierra. Además, ¿quién quiere tener los
amigos que se le aparecerían a una persona que anuncie que inmediatamente
todos sus enemigos serían despedidos de sus puestos, y a los amigos
les darían un buen empleo con gran sueldo? Tampoco Dios desea
los "siervos" o "adoradores" que obtendría si Él actuara
así. Por eso, a mi modo de ver, no se castiga ni se premia inmediata
y evidentemente lo malo o bueno que hacen las criaturas.
"Porque no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra,
el corazón
de los
hijos de
los hombres está en ellos lleno para
hacer
mal."
( Ecc 8: 11 )
Como
que no se ejecuta inmediatamente la sentencia sobre la mala obra, por eso
el ser humano sigue sus perversos sentimientos. Por eso es bueno que quede
siempre la duda sobre si Dios castiga o no. Como que el ser humano
elige creer lo que le gusta, lo que quisiera que fuera real, de esa manera,
sólo creen en Jesús los que quisieran que Dios hubiera provisto
un sistema de salvación sólo dependiente de Dios, un sistema
para cambiar nuestros malos sentimientos. Por el contrario, no creerán
los que no desean que Dios haya hecho tal cosa, sino que prefieren un sistema
de salvación dependiente de sí mismos, pero sin tener que
arrepentirse de sus malos sentimientos.
No obstante, si bien es cierto que es muy raro el pago
inmediato y evidente, hecho al que hace bien (o mal ), es mi personal
experiencia a los 51 años, después de haber vivido intensamente
una vida activa, pública y privadamente, y de haber observado los
sucesos en que me tocó ser espectador unas veces y partícipe
otras, que Dios jamás desampara a los suyos. (Esto lo escribí
hace 22 años, cuando contaba sólo 51 años de edad. ).
Los castiga, los reprende para que rectifiquen etc., pero después
que la persona paga el por ciento que se le exige de lo que hizo, después
que la persona rectifica su proceder y consolida su fe, aquellas cosas malas
que sufría cesan en forma realmente impresionante y le suceden las
cosas buenas.
Otra razón para ver que hay prosperidad y triunfo
en la vida de los anti Dios, es que éstos se esfuerzan por alcanzar
sus metas, y usan para ello todos los medios. Si una persona pone
ladrillos, levanta una pared; no importa si la persona es buena o mala, la
pared se levanta. ¿Por qué? Porque el mundo está
constituido sobre leyes o fundamentos que Dios estableció y que son
inmutables, salvo excepciones muy contadas, contadísimas, en las que
se realiza un milagro.
Es lo mismo que si estando en una altura se caen dos
personas, un mala y otra buena, ambas van a caer para abajo, el bueno
no se queda flotando en el aire ni cae despacio. ¿Por
qué? Porque si bien es cierto que es de sentirse que el bueno
caiga, también es cierto que desde antes de él encaramarse,
Dios había establecido su inmutable ley de gravedad. Si
el bueno la desafió, o no la tuvo suficientemente en cuenta al ejecutar
sus acciones, se cae, igual que el malo. Es altivez grande pretender
que Dios suspenda el efecto de sus leyes en honor a nuestra estupidez,
obsesión, arrogancia, descuido, falta de obediencia a las reglas
preexistentes o incluso nuestro pecado. Hacer eso malcriaría
al humano; lo acostumbraría a ser necio, descuidado, arrogante etc..
El que se esfuerza, tiene más probabilidades de
llegar a su meta que el que no se esfuerza, no importa si son malos o buenos.
Pues bien, si una persona, trabaja usando inteligentemente de las reglas
establecidas, su trabajo va a adelantar. El que pone ladrillos
levanta una pared. El que obtiene dinero por varías fuentes y lo acumula,
se vuelve rico. Uno que no hace por obtener el dinero o no hace lo suficiente,
no lo obtiene. Uno que para obtenerlo usa todos los medios, buenos
y malos, va a obtener más dinero que el que usa sólo los buenos
medios. Por lo tanto, por ley natural, el que es inescrupuloso en sus
medios va a llegar más rápida y fácilmente a la meta,
que el que no es inescrupuloso.
El inescrupuloso va a llegar más fácilmente
a su meta, pero no va a ser feliz en ella. Le lucirá feliz
a mucha gente, porque lo ven en la meta y presumen que tiene que ser feliz;
pero no lo será. Igualmente que las leyes físicas establecidas
por Dios no pueden ser violadas por los malos ni por los buenos, sin sufrir
las consecuencias, igual que de la altura caía el malo y el bueno,
nadie que se aparte de lo establecido por Dios, para obtener una meta o para
vivir una vida, será feliz en ella. Esa es también
una ley; es una ley espiritual, pero es una ley al fin, y una ley inmutable.
El pro-Dios o el anti-Dios pueden triunfar
físicamente usando malos medios, pero no serán felices,
sufrirán las consecuencias acarreadas por el quebrantamiento de leyes
espirituales tan inmutables como las físicas. Leyes que no por
no ser físicas dejan de existir. Leyes que no por no verlas
el humano, dejan de hacer sentir su poder, como la gravedad. Leyes que no
por no creer en ellas deja de sentirse su efecto.
Un hombre que ignoraba la existencia de la ley de gravedad
y otro que había oído hablar de ella, pero no la creía,
se cayeron de una altura. Ambos sintieron sus efectos, aunque no se
lo atribuyeron a la fuerza de gravedad; decían que lo que pasaba es
que "se habían caído". Sus escasos raciocinios no les
permitía vincular el conocimiento abstracto de la ley de gravedad,
con las consecuencias de su quebrantamiento.
Otro tanto hacen los humanos que no se sienten felices,
incluyendo a los cristianos. No quieren admitir que es porque quebrantan
leyes que ellos ignoran; o leyes que no quieren creer; o leyes que creen,
pero que no quieren obedecer. Esto se aplica a los pro-Dios y a
los anti-Dios. Si crees en, u obedeces a, la ley de gravedad sólo
cuando te hallas en el aire, pero no cuando te hallas en el agua, no
sufrirás una caída, pero podrás ahogarte, si no sabes
nadar, o si te cansas de nadar, porque la fuerza de gravedad te atraerá
hacia el fondo. Quien sólo parcialmente conoce, admite, obedece
o aplica las inmutables leyes físicas y no físicas que Dios
ha establecido en su creación, puede que no sufra ciertas inconveniencias
o dolores, pero sufrirá otros. Puede que no se "caiga",
pero pudiera "ahogarse".
Si cuidamos con esmero el motor del carro, pero no
las vestiduras ni la carrocería, el auto funcionará
perfectamente, pero lucirá deteriorado. Si cuidamos los asientos
y la carrocería, pero descuidamos el motor y las partes mecánicas,
el auto lucirá como nuevo, pero no servirá para nada; no
funcionará bien. Otro tanto ocurrirá si no nos tiramos
de un quinto piso, pero tocamos un alambre de alta tensión; no nos
romperemos los huesos, pero nos electrocutaremos.
Lo mismo ocurre en la dimensión espiritual.
Si quebrantamos unas leyes divinas y cumplimos otras, seremos infelices en
ciertos asuntos y felices en otros. Si uno desafía la ley
de gravedad tirándose de un quinto piso y otro la desafía
tirándose del techo de un automóvil, las consecuencias
variarán. Hay cierta tolerancia en el ser humano para poder
quebrantar parcial y mesuradamente ciertas leyes físicas sin sufrir
consecuencias, con tal de que no vaya más allá de cierto
límite. Semejante tolerancia existe en relación a las
leyes no-físicas que rigen nuestro mundo espiritual; pero no se
puede ir más allá de ese cierto limite.
Por esta misma falta de vinculación entre el
conocimiento de haber transgredido leyes inmutables y el sufrir de las
consecuencias, es por lo que oímos la necedad de muchos cristianos
echándole la culpa de sus males a lo imponderable: "son pruebas hermano",
o "son misterios hermano". En realidad no hay nada misterioso.
Todo está muy claro: aunque no lo quieras reconocer, estás
sufriendo las consecuencias naturales de tus transgresiones. No
son pruebas; a nadie le interesa probarte; ya todo el mundo, menos
tú, sabe que no sirves para nada. ¿Para qué
probarte? ¿Crees que eres de la calidad de Job y que mereces que
se te pruebe en la honrosa forma que a él se le probó?
¡Vamos! ¡No seas vanidoso!.
No todo lo malo le tiene que ocurrir al anti-Dios ni
todo lo bueno tiene que ocurrirle al pro-Dios. Depende de las leyes
que cada uno quebrante. Si tiras piedras para arriba, no digas
luego que Dios te rompió la cabeza; o que es un misterio el hecho
de que te rompiste la cabeza; o que Dios te está probando
rompiéndote la cabeza. La culpa fue tuya por ir contra lo que está
dispuesto. Por el hecho de que no todas las piedras que uno lanza hacia
arriba les caen encima al que las tira, son muchos los que se animan a
tirarlas. Si ineluctablemente, cuanta piedra tirara uno hacia arriba
le cayera en la cabeza, muy pocos lo harían. Entonces no
sabríamos quiénes son los que son capaces de tirar piedras
hacia arriba cuando están seguros de que no es a ellos, sino a otros,
a quienes les va a caer encima.
Dios sabe lo que hace. Todo lo tiene bajo
control. Las leyes por Él establecidas permiten una tolerancia
"X"; pero nadie puede ir más allá sin sufrir las
consecuencias. La vida y las malas obras, funcionan, según he
observado yo, como si uno se hallara debajo de un toldo horizontal sostenido
por cuatro palos. A cada rato uno saca la mano de abajo del toldo
y lanza una piedra chica o grande encima del toldo o palio; y no sucede
nada. Vuelve a hacerlo muchas veces, y nada sucede. Pero cuando
llega uno al límite de lo que puede aguantar el toldo o el más
débil de los palos, al tirar la otra piedra, tal vez pequeña,
se rompe todo aquel andamiaje; y todas aquellas piedras que nosotros
habíamos tirado y que nos creíamos que pasarían impunemente,
nos caen en la cabeza, sin faltar una. Otras veces nos cae solamente
una parte de esas piedras y el resto queda sobre el toldo, y nosotros reparamos
como podemos el palo que se partió, y podemos seguir con más
o menos intranquilidad nuestra vida. Pero no nos atrevamos a seguir
tirando piedrecitas, ni aún las más pequeñas; porque
ya el andamiaje está deteriorado y las piedras que quedaron nos pueden
al fin caer encima junto con las nuevas que hayamos tirado.
Exactamente funciona nuestra vida respecto de nuestros
pecados y malas acciones. Los vamos acumulando, en cierto lugar,
por decirlo así, y en una época o momento dado, todo aquello,
o parte, nos cae encima. Si logramos rehacernos, evitemos mucho el
seguir pecando, porque puede que los pecados que nos tienen acumulados
"allá arriba," cedan ante el peso de los nuevos que añadimos,
y al fin todo nos caiga encima.