Para llegar a la doctrina evangélica correcta la mayoría de los cristianos proceden como Naamán

    Hay quien piensa que cuando él pida algo de Dios, lo va a recibir en la forma más dramática y vanidosa que haya. No es así, la metodología divina no es igual a la humana. Veamos el caso del sirio Naamán, general leproso, que creía que Dios le iba a responder a su manera, y por poco no alcanza la sanidad que imploraba.

    Muchas veces los creyentes procedemos con Dios igual que este general sirio procedió con Eliseo. El profeta le dio al leproso todo lo necesario para curarse; pero por poco no se cura, porque Eliseo no siguió el método que el general creía que debía seguir.

    Muchos creyentes pedimos cosas a Dios, las cuales esperamos que Él haga en forma dramática y anonadante, en la forma que nosotros creemos que debía sernos dadas. Luego, cuando obtenemos la misma meta que deseábamos, pero en forma que se nos antoja natural y humilde, nos parece que Dios no nos ha escuchado. Sí nos escuchó; lo que pasa es que no quiso estimular nuestra vanidad haciendo portentos teatralescos, cuando podía ayudarnos perfectamente por medios que a los demás les lucirían naturales.

    Igualmente muchísimos creyentes piden a Dios saber la verdad en religión, pero cuando Dios les envía hermanos que discuten con ellos sus erradas doctrinas, se sienten defraudados como Naamán y piensan: yo creía que Dios dejaría Su Trono en el Cielo y aparecería delante de mí para decirme cuál es la verdadera doctrina.

 

    9 Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. 10 Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve, y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. 11 Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano, y tocará el lugar, y sanará la lepra. 12 Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado.”    (II R 5:9:12)

    Al fin sus siervos le hicieron razonar que si el profeta le hubiera pedido que hiciera algo difícil, teatral, dramático, seguramente lo hubiera hecho. Por lo tanto, si le había pedido una cosa tan sencilla como zambullirse siete veces en el río Jordán, ¿por qué no hacerlo? El general depuso su actitud, hizo aquella aparentemente tonta cosa que le había mandado el profeta, y quedó sano de su lepra. Si no hubiera aceptado las disposiciones del profeta de Dios, hubiera perdido la bendición de sanidad que le estaba reservada.

    Otro tanto nos puede suceder a nosotros, si cuando oramos, pensamos que la respuesta de Dios solamente debe venir en forma dramática, anonadante, teatralesca. Vale la pena aquí repetir el párrafo precedente: “Igualmente muchos creyentes piden a Dios saber la verdad en religión, pero cuando Dios les envía hermanos que discuten con ellos sus erradas doctrinas, se sienten defraudados como Naamán y piensan: yo creía que Dios dejaría Su Trono en el Cielo y aparecería delante de mí para decirme cuál es la verdadera doctrina.”

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