EL TEMOR A LOS ENEMIGOS NOS
QUITA LA PROTECCIÓN DIVINA
Si
uno teme delante de un enemigo Dios nos quebranta o nos deja ser quebrantados
delante de ese enemigo. El que teme a un enemigo espiritual o carnal, no tiene
fe en Dios ni en Cristo. Así se lo advirtió Dios al profeta
Jeremías.
"Tú
pues, ciñe tus lomos, y te levantarás, y les hablarás todo
lo que te mandaré. No temas delante de ellos, porque no te haga yo
quebrantar delante de ellos." ( Jer 1: 17 )
Son
muchas las ocasiones en que nuestros enemigos espirituales obtienen sobre
nosotros una victoria con solamente meternos miedo y hacernos dudar del amparo
divino. En muchos casos nuestros enemigos espirituales, sabiendo que no
pueden hacer nada contra nosotros, nos hacen temer, porque así, somos
nosotros los que dejamos de hacer lo que debemos, por temor a algo que en la
realidad no puede suceder. De esa manera, aunque no podían nada
contra nosotros, aunque no podían evitar que hiciéramos una
cierta obra, provocaron que nosotros la dejáramos de hacer, obteniendo
al fin y al cabo el mismo éxito que si hubieran tenido fuerza o potestad
para impedirnos hacerla.
Es
como si Dios nos pusiera a caminar por una ancha carretera donde Él nos
aseguró que estaríamos a salvo del ataque de nuestros enemigos;
donde nos dijo que no tuviéramos temor de caminar por ella aunque nos
pareciera que ellos nos iban a interferir, porque no podrían. Es decir,
que la promesa es que los enemigos no podrían nunca acceder a la
carretera por donde Él nos manda a caminar, para atacarnos con sus
espadas. Tienen permiso para acercarse a 50 metros, pero no más;
no pueden llegarse a esa carretera. Hay otras muchas carreteras en las que
pueden atacarnos, pero en esta que Dios nos ha puesto no les es posible. Como
que son malignamente astutos, ellos saben que tienen que convencernos para que
hagamos una de dos: a) que no continuemos caminando por esa carretera
autorizada por Dios, o b) que nos desviemos hacia otra carretera
secundaria donde ellos puedan entrar.
Así las cosas caminamos por esa carretera durante un tramo, pero
viendo a nuestros enemigos a lo lejos, cerca del horizonte, donde todo parece
juntarse, nos da la sensación que allá lejos ellos están
muy cerca de la carretera, y que sí pueden acceder a ella y hacernos
daño. Si no tenemos fe en quien nos habló sobre nuestra
seguridad, nos detendremos, y nuestros enemigos obtendrán una victoria,
a pesar de que no hubieran podido obtenerla. Si tenemos fe y seguimos adelante,
al llegar cerca del lugar donde nos parecía que todo se juntaba, vemos
que hay mucho espacio entre el lugar donde nuestros enemigos pueden actuar y la
carretera por donde debemos caminar. Y efectivamente, pasamos esa zona que
creíamos peligrosísima, sin que nos afecte en nada la presencia
de nuestros enemigos, que estando a 50 metros de distancia, lo único que
pueden hacer es gritar y amenazarnos. Todo el peligro que creíamos ver
estaba en nuestra mente, en la realidad todo era como Dios había dicho.
Otras
veces nos suceden cosas peores, cuando en la carretera principal vemos a
nuestros enemigos a lo lejos, cerca del horizonte, donde todo se junta,
donde nos parece que están muy cerca de la carretera, en vez de
detenernos, lo que hacemos es tomar un desvío por otra carretera
secundaria, creyendo que así no pasaremos cerca de nuestros enemigos,
puesto que en todo lo que se puede ver a lo largo de este desvío, no
se divisan enemigos. Tomamos por ella confiados en nuestra inteligencia, y
cuando ya hemos avanzado lo suficiente para no tener tiempo de huir hacia
atrás, los enemigos, que no tienen prohibido acceder a esa carretera, y
que estaban escondidos allí, nos atacan y destrozan.
Si
nos hubiéramos quedado en la carretera que Dios nos indicó, en la
que Él dijo que los enemigos no podían acceder a ella, no nos
hubiera pasado nada. En la carretera principal, donde Dios nos protege,
nuestros enemigos espirituales muestran para que los veamos, se manifiestan
para asustarnos y que nos detengamos o nos desviemos por otra carretera no
protegida. Sin embargo, en las otras carreteras donde no hay
protección divina para nosotros, ellos no se manifiestan, sino que
se esconden para no asustarnos, y que nos desviemos por esas carreteras
secundarias que no están protegidas.
Así
ocurre muy a menudo tanto con las obras que Dios no manda a hacer, como con sus
divinos mandamientos. Creemos que vamos a estar mejor si cambiamos sus
mandamientos, si los "mejorarmos", y al hacerlo, nos hemos desviado
de la carretera principal donde Dios nos protege, para tomar la secundaria
donde nuestros enemigos espirituales nos pueden destrozar.
Nunca
"mejores" ni cambies los mandamientos de Dios.