EL
ENDURECIMIENTO DE FARAÓN: PREDESTINACIÓN Y DINÁMICA CELESTIAL.
¿Hizo Dios que Faraón pecara? ¿Forzó Dios la voluntad de Faraón? ¿Lo hizo
duro?.
"Y dijo Jehová a Moisés: Cuando hubiereis vuelto a Egipto, mira que
hagas
delante de Faraón todas las
maravillas que he puesto en tu mano: yo empero
endureceré su corazón, de modo
que no dejará ir al pueblo." ( Ex 4: 21 )
Aquí
dice claramente: "Yo empero endureceré su corazón de modo que no dejará ir
a mi pueblo". ¿No tiene el humano libre albedrío? ¿Es esta una excepción
del libre albedrío?
No; no hubo excepción. Faraón seguía teniendo su libre
albedrío intacto a pesar de que Dios lo endureció. La explicación de esta
aparente paradoja estriba en darnos cuenta del método por medio del cual Dios
endureció a Faraón.
Aquí de nuevo se demuestra, como ya he dicho en muchas
ocasiones, que no se puede sentar doctrina basándonos en versículos aislados,
sino en el conocimiento general adquirido por la lectura integral y continua de
la Biblia.
Si leemos los pasajes que contienen la narración de todo
este proceso de las diez plagas, comprenderemos que el método usado por Dios
para endurecer a Faraón, respetaba su libre albedrío. Veamos.
Supongamos que Moisés se hubiera presentado delante de
Faraón y le hubiera dicho: voy a hacer caer un rayo al lado tuyo, después de lo
cual te comenzará un dolor de cabeza que irá creciendo y creciendo y no se te
quitará hasta que nos hayas dejado ir. Si después de eso cae el rayo y
le comienza el dolor de cabeza, antes de doce horas el Faraón los hubiera
dejado ir. ¡No hay quien aguante eso!. Lo mismo hubiera ocurrido si Moisés
le hubiera dicho: "te va a dar un ataque de asma que se pondrá peor y peor
hasta que nos dejes ir". Por seguro que, cuando ya Faraón se
estuviera ahogando, cuando el ataque de asma lo estuviera haciendo sufrir
por horas o días, los hubiera dejado ir. Pero con esas medidas drásticas no hay
posibilidad de endurecimiento, por eso Dios no las usó. Para
que Faraón se endureciera sin forzar su libre albedrío, había que enviarle
plagas que le hicieran concebir la falsa idea de que él iba a poder ganarle la
partida a ese Dios, que él creería que era igual o parecido a los dioses de
Egipto.
Es más, si cuando vino la primera plaga, la de
convertir las aguas en sangre, Dios no le hubiera quitado de encima la plaga a
Faraón, éste, antes de morirse de sed, hubiera transigido en dejar ir a los
hebreos. Y si él no hubiera querido transigir, el pueblo, los soldados, los
generales, etc., que también se estarían muriendo de sed, hubieran
permitido que salieran los hebreos, sin hacerle el menor caso a Faraón. Algo
parecido sucedió en 10: 7- 8. Los siervos de Faraón ya estaban al rebelarse, y
Faraón transigió hasta cierto punto. Veamos.
"Entonces los siervos de Faraón le dijeron: ¿Hasta cuándo nos ha de ser
éste
por lazo? Deja ir a estos
hombres, para que sirvan a Jehová su Dios; ¿ aun no
sabes que Egipto está
destruido? Y Moisés y Aarón volvieron a ser llamados a
Faraón, el cual les dijo: Andad,
servid a Jehová vuestro Dios. ¿Quién y quién son
los que han de ir
?"
(Ex 10: 7-8 )
Ahora bien, ¿usó Dios con Faraón un método radical, como el que acabo de
describir, o un método indulgente; un método rígido o uno flexible? Dios usó un
método indulgente, flexible, aparentemente débil, que le hacía abrigar a
Faraón la necia esperanza de que "por no ser Dios tan fuerte", él
(Faraón) podía luchar con Dios....y hasta engañarlo o vencerlo. Como dije
antes, Dios pudo aplicar su poder y enviarle un ahogo inaguantable, o un dolor
tan espantoso e irresistible, que hubiera tenido que transigir en esa primera
plaga. Sin embargo, ¿qué hizo Dios? Veamos:
a) Le pide blandamente a Faraón que deje ir al pueblo. ¿Y
cuál es a reacción de Faraón? Crecerse y oprimir más al pueblo ( 5: 6-8 ).
"Después entraron Moisés y Aarón a Faraón, y le dijeron: Jehová, el
Dios de
Israel, dice así: Deja ir a mi
pueblo a celebrarme fiesta en el desierto. Y Faraón
respondió: ¿Quién es Jehová, para
que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no
conozco a Jehová, ni tampoco
dejaré ir a Israel."
( Ex 5:1-2 )
"Y mandó Faraón aquel mismo día a los cuadrilleros del pueblo
que le tenían
a su cargo, y a sus gobernadores,
diciendo: De aquí adelante no daréis paja al
pueblo para hacer
ladrillo, como ayer y antes de ayer; vayan ellos y recojan por
sí mismos la paja; y habéis de
ponerles la tarea del ladrillo que hacían antes, y
no les disminuiréis nada;
porque están ociosos, y por eso levantan la voz diciendo:
Vamos y sacrificaremos a nuestro
Dios."
( Ex 5: 6-8 )
Lleno de soberbia Faraón dice que él no conoce a Jehová, que no dejará ir al
pueblo, porque a él no le da la gana, y ordena que opriman aún más al pueblo
que Dios quiere liberar.
¿Sufre alguna consecuencia Faraón por ese atrevimiento?
No. Durante varios días se figura que él le ha ganado la partida a Dios.
Creyendo tal cosa, es lógico que llegara a figurarse que
"ese Dios no era muy poderoso"; porque si a él, a Faraón, alguien le
hubiera hecho el desaire que él le hizo a Dios, él, Faraón, hubiera triturado a
ese audaz atrevido para dar un escarmiento. "Así que si Dios no me
tritura a pesar de lo que le hice (pensaría Faraón ), es porque no tiene mucha
fuerza. ¡Seguramente puedo vencerlo!".
b) El siguiente paso de Dios no fue una acción aniquilante,
demostradora de Su poder, sino algo aparentemente débil, algo que también
podían hacer los egipcios: Moisés echó su vara ante Faraón y ésta se volvió
culebra. ¿Pero qué pasó? ( Ex 7: 8-13). Que los magos egipcios pudieron, aparentemente,
hacer lo mismo. Probablemente hicieron "encantamientos" como los que
hace un mago en el teatro, es decir, trucos como el de echar dos huevos en un
sombrero y sacar dos palomas, o el de tocar con una varita un vaso de agua y
convertirlo en leche, etc., etc..
"Y habló Jehová a Moisés y a Aarón, diciendo: Si Faraón os respondiere
diciendo: Mostrad milagro; dirás
a Aarón: Toma tu vara, y échala delante de
Faraón, para que se torne
culebra. Vinieron, pues, Moisés y Aarón a Faraón,
e hicieron como Jehová lo había
mandado: y echó Aarón su vara delante de
Faraón y de sus siervos, y
tornose culebra. Entonces llamó también Faraón
sabios y encantadores; e hicieron
también lo mismo los encantadores de Egipto
con sus encantamientos, pues echó
cada uno su vara, las cuales se volvieron
culebras: mas la vara de Aarón
devoró las varas de ellos. Y el corazón de
Faraón se endureció, y no los
escuchó; como Jehová lo había dicho."
Después de esto Faraón pensaría: "Por poco me doy por vencido
estúpidamente. Mis magos tienen un poder casi igual al que tiene el Dios este.
Lo único malo que yo veo en todo esto es que la culebra de Él se comió a las
mías. Pero bueno, eso es algo de poca monta y se puede resolver en el futuro
perfeccionando el encantamiento. Así que no me rindo. A este Dios yo le gano la
partida".
Hay que notar cómo después de todo este asunto de los
encantamientos y después de ver que (aparentemente) su poder era casi igual que
el de Dios, es cuando Faraón se endurece.
c) El tercer paso que dio Dios fue el volverle las aguas en
sangre, ( Ex 7:15-18 ). Pero Faraón, cuando vio que también sus magos podían
hacer algo parecido, ( tal vez con tintes ) volvió a endurecerse ( 7: 22 ),
probablemente porque hizo un razonamiento similar al que antes supuse que hizo
para el asunto de las culebras.
Además, era fácil endurecerse, porque no había malas
consecuencias por el endurecimiento; Dios no le apretó la mano. Las aguas
de los pozos que los egipcios hicieron a toda prisa alrededor del río, no se
convertían en sangre; y con más o menos trabajo se podía ir pasando. Tampoco la
plaga duró más de siete días ( 7: 25 ). Era fácil que el Faraón creyera que
Dios no tenía poder para prolongarle el castigo más de siete días; y que con un
poco de astucia y aguante, pasaría todo aquello. Lo único que posiblemente
preocupaba a Faraón es que a pesar de que sus magos podían hacer las mismas
cosas que Moisés, no podían, sin embargo, contrarrestarlas.
d) Otro tanto le sucedió con la segunda plaga ( 8: 6 ), la
de las ranas. Los magos, con sus trucos teatrales, podían traer más ranas ( 8:7
), pero no podían quitar las que había. Las ranas eran muy molestas ( 8: 3 ) y
no se iban, así que Faraón decidió rebajarse un poco e hizo un trato mentiroso
con Moisés ( 8: 8 ): me quitas las ranas y yo los dejo ir a ustedes. ¿Pero qué
pasó? que no le pidieron garantías de cumplimiento a Faraón, sino que le
suprimieron la plaga.
Una vez suprimida, Faraón pensaría: "y ahora...¿quién
me va a obligar a cumplir? Déjame negarme a ver qué pasa?". Se negó y la
plaga no volvió. Y Faraón pensaría: "Este Dios no tiene mucha fuerza ni es
inteligente. La plaga del agua convertida en sangre no pudo sostenerla más de
una semana. La de las ranas me la quitó cuando le dije el primer embuste, y a
pesar de que no cumplí no ha tomado represalias. Si eso me lo hacen a mí
trituro al que me lo haga. Parece que este Dios no tiene la fuerza necesaria
para triturarme.
Además me he fijado en que no repite de nuevo las plagas a
pesar de que yo no hago lo que Él quiere, ni cumplo lo que prometo. Parece que
no puede repetir una plaga dos veces ni puede mantenerla por mucho tiempo. De
aquí a un poco se le acaban todas las plagas, y entonces no me va a poder hacer
nada. También veo que no me puede "leer" los pensamientos, no sabe
que lo que le prometo no pienso cumplirlo, ni tiene astucia para exigirme una
garantía antes de quitarme la plaga. Yo creo que puedo vencerlo; y cuando lo
haya vencido voy a ser famosísimo. Además voy a poder conservar mis valiosos
esclavos. ¡Vale la pena que trate! Ya he descubierto dos debilidades de Él: no
puede repetir las plagas y se deja engañar fácilmente. Tal vez logre descubrir
otras debilidades y lo pueda vencer".
e) Demás está decir que todo esto es simple suposición mía
basada en la forma escalonada y progresiva en que se va apretando a Faraón, y
basada en el hecho de que cada vez que él se endurece es porque alcanza una
aparente victoria parcial sobre Dios, que es lo que a mí parecer le hace
ensoberbecerse y no transigir. Cuando en 8:19 los magos se dan por vencidos y
advierten a Faraón sobre el asunto, ya éste había ganado suficiente victorias
parciales como para abrigar la necia esperanza de poder derrotar a Dios.
Dios había endurecido a Faraón; pero no cambiándole su
manera de ser o pensar, sino dándole oportunidad para que desarrollara la que
ya él tenía. Si Dios le hubiera enviado el simple dolor de cabeza que
supuse al principio, Faraón no se hubiera endurecido: no hubiera podido. Pero
como que Dios le ponía delante la oportunidad de endurecerse, y a él le
gustaba endurecerse, lo hacía. Por eso no se rindió cuando los magos se
rindieron, y triunfó; se acabaron los piojos y vinieron las moscas, ( 8: 24).
f) En este caso volvió a ensayar el engaño ( 8: 28 ), y a su
modo de ver le dio resultado: Dios le quitó la plaga sin que Moisés le pidiera
previamente garantías de cumplimiento de su promesa. Por eso en 8: 32 vuelve a
endurecerse. "Qué fácil me está resultando salirme de mis problemas (
pensaría Faraón ) basta con que invente un embuste y...¡zas! ...engaño a
Dios".
g) Así sucesivamente se puede casi adivinar el proceso del
progresivo endurecimiento de Faraón. Cuando murió el ganado egipcio y Faraón
vio (9:7) que el de Israel no había muerto, pudo pensar en resarcirse de la
pérdida confiscando el ganado a los israelitas, cuando ya Dios hubiera sido
"vencido" o se "cansara, y "yéndose" de Egipto los
abandonara a su suerte".
h) Las otras plagas pudieron seguir el mismo curso. Unas
veces mintiendo, otras pensando que Dios se cansaría y se iría de Egipto hacia
donde estaba antes de "venir", otras poniendo su delirio de grandeza
y su soberbia por encima de lo que aconsejaba la prudencia, otras veces
pensando en la "vergüenza" de una derrota, otras en la
"grandeza" de una victoria, etc. Así Faraón se endurecía, y se
endurecía sin que Dios le tocara su libre albedrío para hacerlo endurecerse, sino
que seguía la natural tendencia de Faraón para endurecerlo, (Gn 9: 34 -35; 10:
20).
Es de notarse que cuando el pueblo egipcio se soliviantaba o
cuando la plaga era dura, Faraón transigía, pero cuando aquello pasaba se
endurecía. Aún cuando Dios endureció a Faraón para que persiguiera al
pueblo, que ya habían abandonado Egipto y se hallaban cerca del Mar Rojo, lo
hizo haciéndole patente a Faraón el hecho de que ahora no tendría quien los
sirviese. La ambición que el Faraón y sus siervos tenían los cegó; no fue
que Dios atentara contra su libre albedrío.
"Y yo endureceré el corazón de Faraón para que los siga; y seré
glorificado en
Faraón y en todo su ejército; y
sabrán los Egipcios que yo soy Jehová. Y ellos lo
hicieron así. Y fue dado aviso
al rey de Egipto cómo el pueblo se huía: y el corazón
de Faraón y de sus siervos se
volvió contra el pueblo, y dijeron: ¿Cómo hemos hecho
esto de haber dejado ir a
Israel, para que no nos sirva? Y unció su carro, y tomó
consigo su pueblo; y tomó
seiscientos carros escogidos, y todos los carros de Egipto,
y los capitanes sobre ellos. Y
endureció Jehová el corazón de Faraón rey de Egipto,
y siguió a los hijos de Israel;
pero los hijos de Israel habían salido con mano
poderosa."
( Ex 14:4-8 )
En
Ex 14:1- 4 también vemos claramente cual era la técnica usada por Dios para endurecer
el corazón de Faraón sin forzar su libre albedrío. Lo que Dios hacía era
ponerle cerca el "triunfo" para que su pasión (delirio de grandeza y
soberbia en este caso ) lo cegara y se lanzara irreflexivamente en pos de
ese "triunfo".
Dios manda a Moisés a que se coloque en una posición sin
escape posible: entre el desierto y el mar, (versículo 2 ), y un macizo
montañoso a cada lado. Sabía el Señor el carácter de Faraón; sabía que no iba a
poder resistir los deseos de irlos a vencer fácilmente y a desquitarse de todas
las veces en que salió vencido. Seguramente empujaba también a Faraón el deseo
de recuperar ante sus hombres el prestigio que había perdido. Otra de las
pasiones que empujarían a los egipcios a cometer esta locura sería la ambición.
En el versículo 5 se ve cómo Faraón y su gente, que de pronto se habían visto
sin sirvientes, reaccionan ante la noticia de que ya se alejaban sus ex
esclavos expresando un auto reproche: "¿Cómo hemos hecho esto de haber
dejado ir a Israel, para que no nos sirva ?"
Se evidencia de nuevo que Dios no ataca el libre albedrío
que al crearnos nos diera. Se evidencia que Dios no va contra lo antes
establecido por Él, sino que en Su sabiduría usa otros muchos medios para hacer
que el humano cumpla Sus propósitos.
Cuando Dios predestinó a Faraón, para todo esto, no lo
hizo predestinándolo a ser duro y perverso, sino predestinándolo a ser rey;
como dice en Ex 9: 16.
"Y a la verdad yo te he puesto para declarar en ti mi potencia,
y que mi Nombre
sea contado en toda la tierra."
( Ex 9: 16 )
En
Ex 3:19 Dios dice a Moisés que Él sabe que el rey de Egipto no los dejaría ir
sino por mano fuerte. O sea, que la dureza de faraón ya era conocida de
antemano por Dios, y por eso, cuando después en 4: 21 dice "...yo
endureceré su corazón...", se trata de que Dios le da oportunidad para
ejercer su innata dureza, la cual no podría ejercer si Dios no le dejara
oportunidad. Dios no lo hace duro; le da oportunidad a ser duro.
Dios, que conocía cómo era el alma de Faraón, la envió al
cuerpo del hijo del rey anterior, el padre de este Faraón. Si esta alma hubiera
nacido en el cuerpo del hijo de un esclavo, aunque hubiera seguido siendo duro
y soberbio, no hubiera podido ejercer su dureza en el caso de Moisés. Está
claro que Dios predestina un alma a cierto lugar, tiempo y circunstancias, no a
ser mala o buena, perdida o salvada. Ecc 4: 3.
Veamos ahora el supuesto poder "diabólico" de los
magos egipcios, como creen algunos. El único que puede crear materia, y
especialmente materia viviente, es Dios. Ni Satanás ni los ángeles ni los
humanos tienen poderes creadores. Por lógica, los encantadores no podían
crear una culebra a partir de una vara de madera. Lo que hicieron estos
prestidigitadores de Faraón no fue transformar varas en culebras, sino
aparentar que lo hacían; al igual que en el teatro un mago saca una gallina o
una paloma de un huevo que echa en un sombrero. No obstante, para Faraón,
que seguramente no sabría cómo lograban los magos tal cosa, era lo mismo que si
en realidad convirtieran las varas en culebras. El resultado final era el
endurecimiento de Faraón.
En la misma forma en que hemos visto en el teatro, delante
de nuestra vista, introducir un conejo en un sombrero y desaparecerlo, o
cambiar ropa de hombre por ropa de mujer, estos magos cambiaban un poco de agua
en sangre o líquido que pareciera tal cosa. No era el mismo caso el de
Moisés, que convertía en sangre toda el agua del río Nilo, el más largo del
mundo y el segundo o tercero más caudaloso, además de las aguas que los
egipcios tenían en sus casas, (7:19). Lo de los magos se podía hacer con un
truco: convertir en sangre el agua de un recipiente delante de Faraón; pero
convertir millones de toneladas de agua corriente, durante toda una semana, en
sangre, hasta el punto de no poderse beber y matar a los peces, es una cosa muy
seria. Moisés no podía penetrar en casa de todos los egipcios a hacer un truco,
sin embargo el agua de sus casas se convirtió en sangre.
No obstante, a pesar de lo evidente del caso, Faraón quería
seguir creyendo a los magos. Cuando una o más pasiones ( la soberbia en este
caso ) se adueñan del corazón, el raciocinio es subyugado y nublado.
Otra cosa notable en el supuesto "poder" de los
magos, es que ellos, para conservar el puesto, se esforzaban en demostrar que
también podían hacer cosas débilmente parecidas a las que hacía Moisés, pero
jamás pudieron contrarrestarlas. Si Moisés traía sangre, ellos "traían"
más sangre; si Moisés traía ranas, ellos "traían" más ranas; pero no
podían quitar las que Moisés había traído. Ni siquiera un pequeño espacio de
tierra podían limpiar de ranas. Hasta la casa de Faraón las tenía. Si ellos
hubieran tenido el más mínimo poder (aparte del poder de engañar a los
babiecas), se hubieran lucido con el Faraón protegiéndole su casa de las ranas.
Lo que quiero dejar bien aclarado es que los magos egipcios
( Jannes y Jambres según Pablo en II Tim 3:8 ) no tenían, como muchos cándidos
creen, "poderes diabólicos". Lo único que hacían era engañar a
"su público" como hace el hábil prestidigitador en el teatro. El
único poder diabólico que tenían era el de saber engañar a los demás.