Para interpretar correctamente la Biblia hay que tener en cuenta que Dios, Cristo y el Espíritu Santo, ni se contradicen entre sí ni cambian de opinión a través de los siglos

 

Cristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos

   Uno de los factores para interpretar correctamente la Biblia es darnos cuenta de que Dios, Cristo y el Espíritu Santo, son seres divinos. Por lo tanto no es lógico suponer que Dios cambia de opinión, necesitado de rectificación. Es absurdo pensar que el Creador erró cuando dijo o mandó cierta cosa en un libro de la Biblia, y que por eso, tuvo luego que rectificar su error en otro libro.

   Tampoco es lógico creer que Dios pensaba de una manera, y así lo expresaba en el Antiguo Testamento, pero Cristo pensaba de otra forma diferente, y por eso lo contradecía en el Nuevo Testamento.

   Otros son capaces hasta de suponer que el Espíritu Santo inspiraba algo a los discípulos, con lo cual Dios no estaba de acuerdo.

   Esto dicho así, parecerá que ningún verdadero cristiano piensa semejante cosa, pero de hecho lo creen sin darse cuenta de que lo creen, cuando sostienen doctrinas erradas. Todo lo que dice la Biblia tiene que armonizar, porque Dios no es un ser de discordias ni de caos.

   Si la interpretación de un pasaje implica algo de esto que acabamos de decir, es el intérprete el que está errado, no la Biblia. Es el intérprete el que no entiende, no que Dios cambió de opinión, o que Cristo le enmendó o le mejoró la plana a su Padre.

   Hay hermanos que cuando interpretan algún pasaje de la Escritura actúan como si ellos creyeran que antes Dios opinaba una cosa, mientras que ahora opina lo contrario. Otros actúan como si Dios tuviera una opinión y Jesucristo tuviera una opinión opuesta. Otros incluso creen que Dios tenía una opinión defectuosa, pero Cristo, cuando vino, la mejoró. Si vamos a Heb 13:8 veremos que San Pablo nos dice, inspirado por el Espíritu Santo, que Jesucristo no cambia.

 

Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos                            (Heb 13:8)

 

   Si Jesucristo es el mismo siempre, es lógico pensar que él no ha cambiado. Si por otro lado sabemos que él siempre obedece al Padre, es lógico también pensar que él ha estado siempre de acuerdo con el Padre, y por ende, que tampoco el Padre ha cambiado jamás.

 

 

En Dios no hay mudanza ni sombra de variación

   También Santiago nos testifica que Dios no cambia de parecer. El Creador no necesita rectificar, porque Él nunca se equivoca. Por lo tanto, si alguna interpretación de un pasaje implica que Dios, o Cristo, o el Espíritu Santo, “mejoraron” algo de lo que antes se había dicho, esa interpretación está equivocada.

 

Toda buena dádiva y todo don perfecto es de lo alto, que desciende del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación.”                     (Stg 1:17)

 

   Siendo tres seres divinos, ni Dios, ni Cristo, ni el Espíritu Santo van a tener que rectificar algo de lo que antes dijeron u ordenaron. Si al interpretar un pasaje, nuestra interpretación implica que Cristo mejoró algo que estableció o dijo Dios, esa interpretación está errada. Si nuestra interpretación de lo dicho por algún escritor de la Biblia, hombres que escribieron siendo inspirados por el Espíritu Santo, implica que ellos están mejorando o cambiando algún mandamiento de Dios o de Cristo, esa interpretación es errada y hasta blasfema.

 

Dios dice personalmente, que Él no cambia

   En el Antiguo Testamento también se percibe claramente esa idea. Cuando Dios les echa en cara a los israelitas sus pecados, les informa que si ellos no han sido consumidos por sus pecados, es porque Dios no cambia.

 

Porque yo, Jehová, no me mudo, y así vosotros hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.”                                        (Mlq 3:6)

 

   Nadie que sea perfecto tiene que rectificar sus errores, porque entonces no sería perfecto. Quien tenga un concepto correcto, comprenderá que ningún ser divino cambia de opinión.

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